—Mi nombre es Ysabelle Greco, tengo veintitrés años, soy soltera, tengo el cabello rubio como el sol y ojos azules profundos, mido un metro setenta y seis, pero estoy enamorada de un hombre sumamente atractivo, de ojos color verde, cabello negro y mide un metro ochenta. Christopher Moretti. La primera vez que lo vi me derretí. Es arrogante y muy odioso. Trabajamos juntos en una obra teatral, pronto acabará y tendremos vacaciones. Todavía no he decidido irme a Londres a visitar a mis padres. Es que tengo tiempo sin verlos y los extraño mucho. Tengo casi ocho años viviendo sola en Italia. Aparte de estar enamorada de ese hombre bello, tengo casi ocho años viviendo sola en Italia. Aparte de estar enamorada de ese hombre bello, aparte de estar enamorada de ese hombre bello, tengo cuatro amigas que las adoro que son parte de mi familia, una de ella es Stefania Rizzo está casada y tiene una hija de tres años que es mi adoración. Se llama Stefania como su madre, pero le decimos Fania. Es muy inteligente y muy alegre las dos.
Mi otra amiga es Roberta Salvatore, tiene un carácter espantoso, así la quiero. Está casada con Niccolo es un buen chico que la quiere y la adora.
La tercera es Alessia Catalano es la más inteligente de todo el mundo, está casada con Raffaello Basile. Están pensando en tener su primer bebé y todavía no se deciden.
Y la última, es que Lucia Monti, ella está como yo. Sufriendo por el amor de un nombre que ni la mira, el canalla es Arnaldo Rossi un amigo de Dante Lombardo, el esposo de Stefania, quien es un buen amigo mío.
Es hora de irme a trabajar. Es que a veces tengo una pereza espantosa y me cuesta terminarme de arreglarme para irme a trabajar.
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En la casa Lombardo Rizzo.
—¡Basta, Fania quédate quieta! —pidió su madre Stefania mirando a su hija. Ella era rubia, de ojos verdes y piel blanca, su cabello era liso y podía ver la seriedad de su hija.
—No quiero —dijo Fania molesta—. ¡Quiero ver a mi tía Ysabelle! —exigió la pequeña, de cabello rubio y ojos verdes, que se parecía mucho a su madre cuando era una niña.
—Ya la vas a ver cariño, quédate quieta —le habló con dulzura.
—Es mejor que le hagas caso a tu madre, pequeña princesa —aconsejó su padre. Él tenía el cabello negro y ojos marrones, su piel era un poco morena para su mujer y su hija, pero las amaba con locura.
—Está bien —dijo ella seria.
—Amor, me voy a llevar a Fania para que su abuela —comentó su esposa.
—Está bien, después paso por ella. Ya que no tengo trabajo.
—Perfecto —dijo ella cargando a Fania—. Tú y yo nos vamos.
—Papi —dijo Fania pidiéndole los brazos.
Dante cargándola.
—Adiós princesa, te portas bien con abuelita Inés.
—Sí.
Stefania estaba observando la emoción de su hija en ir a la casa de sus padres.
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En la casa Greco.
Ysabelle saliendo de su casa y miró a los lados.
—Tengo que irme, ahí está esa vieja metiche mirándome. Será que no puede creer que sea actriz —dijo en voz baja y cansada de verla.
—Hola —saludo una mujer mayor.
—Hola, señora Miranda —le dijo y en su mente—. Vieja metiche, entrometida averiguadora, ridícula —le sonrió—. ¿Qué desea?
—Necesito que atajes a tu gato, siempre anda molestando mis flores.
—No se preocupe, yo me lo estoy llevando para el teatro. Debe de ser otro gato —le aclaró alejándose, y en su mente—. Vieja bruja, me tiene harta. No sabe que criticarme y molestarme por todo. Sera porque soy bella y hermosa.
—Tía —Fania corriendo hacía ella y emocionada.
Ysabelle estaba asombrada y la cargo. Su amiga estaba en su auto y le sonreía.
—Hola, hermosa.
—Hola, amiga —dijo Stefania acercándose a ellas.
—Hola, que día más hermoso —comentó Ysabelle mirando al cielo—. Ya se —dijo asombrada—. Porque está conmigo la niña más hermosa del mundo.
Fania estaba sonriendo.
—Sí, esa soy yo.
—Ysabelle —dijo su amiga sonriéndole.
—¿Y eso que están por aquí? —le preguntó ella asombrada.
—Es que voy a llevar a Fania para que mi madre —respondió.
—Me la puedes dar, es que siempre me la he querido llevar al teatro.
—Ysabelle, está bien. Me llamas para pasar por ustedes —le pidió a su amiga, sabía que la cuidaría bien.
—Súper —murmuró la niña.
—Vamos, mi linda.
—Se van con cuidado —Stefania les pidió.
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Media hora después.
En el teatro.
—Ysabelle no ha llegado —dijo Christopher impaciente.
—No —respondió Stefano mirándolo. Era el hermano menor de Christopher se llevaban muy bien, su cabello era de color negro y sus ojos de color azul profundo. Su piel era blanca y media un metro ochenta y siete.
—Ya hermano, te va a dar algo —comentó Tiziano burlándose de él. Era el mayor de los hermanos Moretti, se llevaban muy bien y siempre estaba para ellos, su cabello era castaño y sus ojos de color azul profundo, media un metro noventa.
—Es que Ysabelle se tarda demasiado —comentó él cruzando los brazos.
—No, ¿y tú no puedes vivir sin ver a Ysabelle? —se burló Stefano.
—¡Cállense! —exclamó molestó con ellos.
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En la entrada del teatro.
—Tía Ysabelle, ¿hoy me puedo hacer pasar por tu hija? —le preguntó la pequeña.
Ysabelle estaba sonriendo.
—Claro que sí, además, seria comiquísimo.
—Sí tía, perdón mami.
—Vamos —le dijo Ysabelle entrando con la niña en brazos al teatro—. Buenos días.
Christopher estaba mirándola y extrañado que había traído a una niña con ella.
—¿Y esa niña?
—Será su sobrina —comentó Stefano mirándola.
—Vamos a preguntar —le dijo Tiziano curioso y acercándose a Ysabelle.
—Hola, Ysabelle —la saludo Stefano acercándose a ella.
—Hola, ¿cómo están? —preguntó ella mirándolos.
—Muy bien, ¿y esa nena tan preciosa? —le preguntó Stefano.
—Es mi hija Stefania —respondió sonriente.
Christopher quedó helado, creía que le daría un infarto en ese mismo instante.
Tiziano con los ojos abiertos de asombró.
—¡¿Qué?!
—Sí.
—Pero, no se parece nada a ti —murmuró Christopher desconcertado.
—Se parece al padre —respondió mintiendo.
—Oye mami, ¿me puedes bajar? —le pidió Fania.
—Claro que sí.
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En una heladería.
—Chicas, están seguras de que es una buena idea —dijo Alessia mirándolas. Ella era de cabello rojo, ojos verdes y piel blanca.
—Segurísima, Ysabelle tiene que mirar a otros hombres —afirmó Lucia seria. Ella era de cabello castaño, ojos verdes y piel blanca.
—Sí, tienes razón —apoyó Roberta. Era de cabello negro, ojos negros y piel trigueña.
—No estoy de acuerdo. Ysabelle tiene que elegir y no nosotras —le dijo Stefania con seriedad.
—Stefania tiene razón, están de metiches nada más —comentó Alessia mirándolas.
—Lo mismo pienso.
—Stefania, no hables así, que, por tu culpa, Ysabelle sufrió porque Gian la dejó —dijo recordándoselo Roberta.
Stefania estaba seria.
—No me lo recuerdes. Eso fue sin querer. Fue una idea estúpida que todas ayudáramos. Por eso no quiero participar.
—Yo tampoco —aclaró Alessia seria.
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Quince minutos después.
En el teatro.
Ysabelle maquillando a Fania.
—Te ves hermosa.
—Gracias, mami.
Christopher acercándose.
—Ysabelle, tienes una hija muy hermosa.
Ysabelle estaba sonriendo.
—Gracias.
—Tú trabajas con mi mami —dijo Fania detallándolo.
—Sí.
—Qué bien —dijo la niña sonriendo.
—Ven, juguemos —le dijo Christopher alegre.
—Sí —afirmó sonriendo—. Vamos.
—No tan lejos, por favor —le pidió ella.
Tiziano acercándose a ella.
—Ysabelle. No sabía que estabas casada.
—No lo soy. La verdad Fania es mi sobrina, pero hoy quiere jugar que sea su madre —le confesó discretamente.
Stefano estaba asombrado.
—Wow.
—Ahora vengo —anunció ella alejándose de ellos para dirigirse a los vestidores.
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En la casa Lombardo Rizzo.
—Fania se fue con Ysabelle para el teatro. La voy a pasar a buscar como a las cuatro —informó Stefania, su esposo. El cual estaba mirándola serenamente.
—Me parece bien, Ysabelle la cuidará muy bien.
—Ysabelle ha sido como mi hermana.
—Para mí también, ojalá que llegue un buen hombre que la valore.
—Estoy de acuerdo contigo —dijo Stefania dándole un beso en los labios—. Te amo.
—Te amo, mi princesa —habló él sonriendo.
—Yo también. Podemos tomarnos el día para nosotros —comentó ella feliz.
—Buena idea —le dijo Dante, agarrándola de la mano y sentándola en sus piernas, y le dio un beso lleno de amor.