La doctora Heather Evans me insistía día y noche para conocer Stone Valley. -¡¡¡Llévame donde los lobos!!! ¡¡¡Llévame donde los lobos!!! ¡¡¡Llévame donde los lobos!!!-, me reclamaba eufórica, rompiendo mis tímpanos, muy persistente y entusiasmada, cargosa en realidad. Obviamente yo no le había dicho nada a Waldo de las súplicas de Heather porque sabía que se molestaría mucho de que yo delate la ubicación de la jauría, sin embargo la veterinaria era súper caprichosa y terca, además que, ya les dije, su máxima fantasía era enamorarse de un licántropo y estaba segura de encontrar "al amor de su vida" entre los cánidos que habitaban en Stone Valley.
-Estás loca, los cánidos podrían devorarte, son demasiado violentos con los extraños-, le advertía, tratando de desanimarla, sin embargo Evans era porfiada en extremo. -¡¡¡Mejor que me coman!!! ¡¡¡Quiero que me coman!!!-, reía pícara y traviesa.
Que Evans quisiera conocer Stone Valley, también alimentaba una idea fija que tenía yo e