Capítulo 80

Esa tarde fui a ver a la doctora Evans a su consultorio. Quería saber en ciencia cierta si, en efecto, yo era una mujer lobo. Debía confiar en ella, además, porque la sabía una buena amiga. Le contaría todo, que conocí a la jauría de Waldo y de Garret, de los cazadores de lobos y que posiblemente yo era una cánido como ellos. No tenía otra alternativa si quería saber la verdad.

La encontré limpiándole las orejas a un gran perro pastor alemán. Yo ahora estaba a la defensiva. Pensaba que posiblemente los animales podrían reconocerme como mujer lobo. Yo tenía sangre de un cánido y ellos, los animales, podrían verme como una depredadora o algo parecido, sin embargo el perrito estaba muy tranquilo, impasible, incluso me miró despreocupado e indiferente.

Después de culminar su trabajo, Evans fue a su pupitre, se arremolinó en su silla, y corrió sus lentes hasta la punta de su naricita. -¿Otro crimen en la ciudad, Jenny?-, me preguntó divertida, soltándole sus pelos rubios y subiendo
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