Hristo Zhechev nos atacó esa misma noche, cuando salíamos del diario y Waldo me acompañaba, como siempre, a mi casa. Aquel era un tipo bien preparado, muy listo y sagaz. Ya sabía que Bonev, mi enamorado, trabajaba en el periódico conmigo, también sus horarios de entrada y salida y que yo era su novia y que solíamos pasear por parques, íbamos al cine o al teatro o a mirar tiendas, antes de que él me dejara en casa. Zhechev estaba informado hasta del más mínimo detalle de la rutina de Waldo.
Zhechev nos esperó con un rifle de mira telescópica y lente ultravioleta en la azotea de una galería frente a las tiendas donde siempre íbamos a ver las últimas novedades de la moda que me gustaban demasiado. Eso también lo sabía Hristo Zhechev. Mi enamorado dejó el auto en un parqueo cercano y nos entretuvimos viendo faldas, zapatos, carteras y ropa interior que estaban en oferta. A Waldo le daba mucha risa mi fanatismo por las novedades. -¿Por qué las mujeres viven pendiente de la moda? C