Me sentía mal, confundida, desconcertada y no sabía realmente qué pasaba conmigo. Por un lado tenía miedo, pánico y terror por la bestia y por el otro, estaba sucumbida al misterio y enigma de esa fiera. El hecho de haberme elegido como su hembra, marcar mi casa como su territorio y pretender convertirme en su pareja, eso me excitaba e incendiaba mis entrañas, desataba mis deíficas cascadas y ansiaba y deseaba que esa cosa me hiciera suya, entre muchos besos y caricias, y me hiciera el amor. Yo estaba demasiado anonadada, naufragando en el desconcierto y ciertamente extraviada en mis dudas, prendada de un ser extraño y homicida.
Por eso hice el amor con Waldo, porque quería recuperar mi propia autoestima, volverme a sentirme viva, recuperar mi intrínseca conciencia y convencerme de que esa fiera era tan solo una obstinación, una simple fantasía erótica.
Waldo me hizo delirar con sus besos y caricias, llevándome a las estrellas obnubilándome por completo que es lo que realmente quería