A Hill le gustaba mucho el sensacionalismo, prefería ese tipo de noticias otras y por eso me exigía ese tipo de informaciones para el diario y el portal de internet. Yo no era muy devota al escarnio, sin embargo. No era de mi agrado.
-No se trata de informaciones truculentas, sino la verdad descarnada-, se defendió Hill.
En medio de lo mejor de la fiesta, de los bailes, los gritos, las huras y vítores, de pronto, entró a la redacción, Joe Smith, el jefe de fotografía, alarmado, empalidecido, con los ojos desorbitados, tumbando las sillas y los cubículos. -¡¡Hill!! ¡¡Hill!!, ¡¡Secuestraron a Cummings!!-, dijo aterrado, pasmado, afligido y angustiado. Hill me miró empalidecido, boquiabierto y quedó atónito y congelado. La fiesta entonces se evaporó en un santiamén.
-¡¡¡Un sujeto armado se la llevó cuando ella estaba tomando fotos a un derrumbe en el centro de la ciudad!!!-, siguió chillando Smith jalándose los pelos desesperado.
-¿Por qué Cummings?-, reaccionó recién