Csuhjay no podía perder la ocasión propicia de matar a Elías Garret porque quizás no se podría repetir otra ocasión similar y sentía, además, la presión de Gergely. Tomó su escopeta y desde el mismo asiento de su jeep, apuntó a Garret. Debía permanecer al timón de su vehículo para un rápido escape, pues, ya lo había decidido, sacaría, luego, el cuerpo de Garret de la morgue, haciéndose pasar como un familiar de Elías o en el peor de los casos disparando a mansalva, pues no había mucha seguridad en el depósito de cadáveres. Esa tarea sería fácil, ciertamente para un sicario como él, curtido en ese tipo de extracciones.
Garret hablaba con las autoridades sin imaginar nada, imbuido en su trabajo, justo cuando una de esas grandes olas por el inusitado temporal cacheteaba la playa, haciendo que todos, por instinto, se agacharan. Y fue, también, el preciso instante que ¡pum! reventó un balazo, estremeciendo todo el litoral, provocando una gran estampida entre los pescadores y hombres d