No vimos nada de la película por estar besándonos muy apasionados. Yo estaba demasiado febril, en realidad, queriendo olvidar el incidente del sujeto aquel cuchillo grandote que me atacó que yo pensaba que era el asesino en serie y que sin embargo, terminó siendo una víctima más de la bestia que asolaba la ciudad. Waldo estaba, además, impetuoso, sus manos iban y venían por mis muslos. Yo me había puesto, adrede, una minifalda muy corta, jean, que siempre tengo en mi casillero del periódico, para que él pudiera disfrutar de la tersura de mis muslos y se encandile con mi lozanía. Su impetuosidad me hacía gemir mucho, yo me sentía en las nubes, extraviada en un cielo de colores y luces, obnubilada y eclipsada en los brazos de mi amante. Y fue entonces que un sujeto comenzó a molestarnos. -Váyanse a un hotel-, nos decía a todo momento. -Tu novia es una calentona-, seguía fastidiando. -Se nota que nunca se ven-, subrayó en otro instante.
Al principio no hacíamos caso, pero el tipo c