Ocho años atrás.
No debo estar parada aquí, al menos no frente a la puerta de Mario.
Retrocedo uno pasos de camino a la escalera, tengo que regresar al autor y salir de prisa. No puedo hacer esto, no pudo romperle el corazón a Mario.
Mi relación con Santiago depende de un hilo, un fino hilo que no deja de tambalearse, y yo... Ya no sé a dónde voy ni lo que quiero.
Cuando estoy por bajar al primer escalón escucho que una puerta se abre a mis espaldas, y una voz que me congela por completo. Es Mario.
- Liliana – dice en una entonación alegre, tan distante de mi ánimo.
Suspiro, y pienso en que si Mario me encontró cuando huía, era señal de lo que debía hacer. Que él y yo terminemos con nuestra extraña relación, que nunca nos volviéramos a ver, era lo mejor que podía ocurrir entre nosotros, ya habíamos dañado mucho a Santiago.
Giro sobre mis pies, y aún me sigo preguntando qué hago aquí.
- ¿Qué haces aquí? – evito mirarlo a los ojos. – Espera, te estabas yendo sin tocar. –