Dos cuatro de casados
Como cada mañana desde hace algunos años despierto en la comodidad de mi cama con mi bella esposa a mi lado, siento su calor invadir mi cuerpo y su mirada sobre mí, no hay mucho qué ver pues hemos comenzado a dormir con ropa, los niños se han hecho demasiado curiosos y sus preguntas son bastante incomodas.
Siento su cuerpo moverse un poco quedando ligeramente sobre mi.
— Sé que estas despierto — Susurra en mi oído provocándome cosquillas.
Sonrío cuando siento sus labios en mi mejilla, rodeo su cintura y giro en la cama dejándolo debajo de mi cuerpo, me acerco a su cuello acariciando suavemente con la nariz.
— Buenos días amor — Beso su cuello.
— Hola amor — Sonríe. — Me encanta cuando despiertas más cariñoso de lo normal pero creo que si tus hijos nos ven así podríamos causarles un trauma y no deseo que mis niños queden así
— Posiblemente, yo pasé por eso y créeme, no es nada que un buen psicólogo no pueda arreglar — reí ante eso el solo sonreía
Pasa sus brazo