SARAH
El sonido del agua me despertó al día siguiente. Parpadeé varias veces, tratando de despejar la neblina del sueño. Me levanté lentamente, me envolví en una bata de seda y bajé las escaleras, intrigada por el origen del ruido. A medida que me acercaba a la ventana que daba a la piscina, el sonido del chapoteo se hacía más claro.
Cuando llegué a la ventana, lo vi. David estaba nadando con una gracia y una fuerza que me dejó hipnotizada. El agua resbalaba sobre su piel, brillando a la luz del amanecer. Sus músculos se movían con precisión, y cada brazada destacaba la definición de su espalda y sus brazos. Observé cómo sus hombros se flexionaban y relajaban con cada movimiento, cómo sus piernas se extendían con una perfección casi artística.
No pude evitar quedarme allí, mirando. Sentí una extraña y súbita excitación, una que no podía ignorar. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y una oleada de calor recorrió mi cuerpo. Intenté apartar la mirada, pero mis ojos se negaron a obedec