Cuando comenzó a andar, Lorraine se dio cuenta de que conocía muy poco de esa enorme ciudad, así que se detuvo de golpe y se dirigió a Aaron con timidez.
—¿Conoces algún lugar bonito para desayunar? Como verás, no tengo recuerdos de estas calles, así que no sé a dónde ir
Esto tomó por sorpresa al joven residente, que respondió un tanto perturbado.
—¿Eh? Supongo que sí. Mi padre solía llevarnos a un restaurante que está a 20 minutos de aquí.
—¡Bien! Vamos ahí, entonces —celebró Lorraine emocionada.
—Pero tenemos que tomar un taxi para llegar ahí, p