Capítulo 42: El rostro del tropiezo.
Amanece muy de prisa debo de ir a trabajar, me siento agotada por todo lo acontecido anoche, lo miro dormir y enseguida entro al baño. Abro la ducha para darme un rociado rápido y como a los cinco minutos estaba Robert junto conmigo.
—Salte, tengo prisa—le advierto.
—Pero, si estas de vacaciones en la universidad ¿Para dónde vas?
—Al trabajo, trabajo en la clínica de tu hermano.
—No tienes necesidad de trabajar y menos con mi hermano.
—No dejaré el trabajo, no está en discusión.
—Eres terca, así me fascinas. Al menos déjame despedirme a mi manera.
En la ducha Robert, no se detiene masajea mi cuerpo con el gel de baño, que forma en sus manos, manifiesta una sonrisa libidinosa. Me toca con mucha sensualidad y me hace suya en la ducha, dejamos el agua correr por nuestro cuerpo, para aplacar el ardor de nuestros cuerpos.
Gemimos ambos al sentir como se debate el deseo y la lujuria entre nosotros. El sexo entre ambos se torna más pasional incluso más abierto. Ya en este punto he lle