Una vez que Massimo sale de la habitación cierro los ojos e inhalo profundo. No me salen las palabras, se me han quedado atragantadas en medio de la garganta. Tengo toda la intención de negarme, porque comprendo que es una locura, no puede echarse encima una responsabilidad que no le compete. ¡Por Dios! ¡Ni siquiera me conoce! ¿Acaso se ha vuelto loco? No puede ir por la vida proponiendo ideas tan descabelladas como esas. Hay gente aprovechada y malintencionada que pueden valerse de las buenas intenciones de personas como él…
―Personas como el padre Graham
Comento en voz baja. Tan solo mencionar su nombre provoca escalofríos a lo largo de mi columna vertebral y que se ericen los vellos de mi nuca. Ese hombre me aterroriza hasta lo profundo de mis huesos y provoca un revoltijo nauseabundo en el fondo de mi estómago. El concepto del mal se queda pequeño e indefenso ante un sujeto tan maquiavélico y abominable como él. Nunca pensé que pudiera existir un ser con tanta maldad contenida en s