La noticia de que el señor Walker había llegado a la sede del grupo se esparció como fuego en hierba seca.
Los grupitos que conversaban por los pasillos, tomaban café o reían contando chistes despreocupadamente, se dispersaron en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando John entró en el piso administrativo, todos ya estaban concentrados en sus estaciones de trabajo.
John sabía exactamente cómo aquello ocurría. Bastaba con cruzar la puerta principal del vestíbulo para que la recepcionista de la planta baja hiciera su discreta —y única— llamada. A partir de ahí, en cuestión de segundos, la información recorría todos los pisos como una corriente eléctrica.
En otros tiempos, quizá le habría parecido gracioso. Pero ahora, lo único que le quedaba era un semblante sombrío.
Pasó frente a Anne, que le lanzó el tradicional “buenos días” con una sonrisa ensayada. John respondió apenas con un leve asentimiento, sin detenerse ni disminuir el paso.
Al entrar en la oficina, Bruce ya lo esperaba, de pie, fr