John
John permaneció inmóvil en su oficina, con el teléfono aún en la mano y la mirada fija en la pantalla oscura. Tenía los hombros tensos y la mandíbula apretada. No podía creer lo que acababa de oír de su madre.
Respiró hondo. Con un gesto contenido, dejó el aparato sobre la mesa. Se sentó en la silla giratoria, apoyó los codos en la superficie de madera y se presionó las sienes con los dedos, intentando aliviar la creciente presión en su mente.
¿Por qué tiene que ser todo así?
La pregunta resonó en su mente, pesada y amarga. Elizabeth había desaparecido sin dejar rastro, y su madre le exigía que la expulsara de su vida para siempre rompiendo el matrimonio. Pero, por mucho que lo intentara, no podía borrar de su memoria la mirada triste de su esposa ni el vacío que dejó en la casa al marcharse.
Y ahora Pamela buscaba a su madre. ¿Con qué propósito? John se pasó la mano por el pelo oscuro, despeinándolo, y se recostó en la silla, mirando al techo como si allí pudiera encontrar las r