Paloma se quedó boquiabierta, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero, al ver la alegría de su sobrina, prefirió no hacer más preguntas, solo sonrió y se hizo una nota mental para hablar tanto con Luciano como con Amelia, pues no sabía qué truco había usado su hermano para convencerla y eso no le daba muy buena espina.
Luciano observaba la felicidad de su hija; aquello le demostraba que había tomado una de las mejores decisiones. Por el momento, el hombre podría estar tranquilo y, con eso en la cabeza, podía ir a ver al doctor Santiesteban para ver cuáles serían los siguientes pasos a seguir.
- ¡Papito! ¡Gracias, papito! ¡Miss Amelia, gracias por venir a cuidarme! ¿Oiga? Pero, ¿quién cuidará de mis compañeritos en clase? ¿Quién les va a dar clases en la escuela si usted se queda a cuidarme en casa? -preguntó la niña con duda.
- ¡Almendra, cariño! Seguro ya deben tener una nueva profesora que les de clases… -dijo Paloma tratando de quitar aquellas dudas de su mente.
Amelia s