Una camioneta blindada atravesaba los caminos sinuosos del este suizo a más de ciento veinte kilómetros por hora. La montaña se alzaba imponente, y el viento empujaba con violencia contra el vehículo, como si la naturaleza misma intentara detenerlos.
Dentro, Alex observaba el mapa proyectado en el tablero digital.
—La señal sigue en la misma coordenada —confirmó Carla desde el asiento trasero—. No ha cambiado en las últimas dos horas.
—¿Pueden estar bloqueándola sin desconectarla? —preguntó Dani.
—Podrían, pero eso implicaría desmontar la pieza y examinarla. Si no lo han hecho, es porque no saben que está ahí —respondió Carla.
—O porque no les importa —agregó Parker, serio—. Tal vez están demasiado ocupados con ella.
Alex apretó los puños.
—No va a morir. No va a quedar atrapada en ese infierno otra vez.
Nadie respondió, pero todos pensaban lo mismo.
El equipo táctico se dividió en tres unidades al llegar al punto de aproximación: Unidad Alfa, liderada por Parker, se encargaría de ent