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capitulo 2. llegada de una extraña

En la región de Transilvania, Biertan, es la población más importante de este territorio. Pero este pueblo es conocido por sus largas noches de invierno las cuales parecen interminables, los habitantes de Biertan esperan impacientes que el verano llegue, pero a veces se torna muy lejos su llegada.

Observando como cae la nieve a través del cristal de su ventana, Velkan mantiene firme la mirada hacia el pueblo de Biertan, con las manos empuñadas a sus espaldas el pelinegro no aparta la vista de aquel lugar donde los pequeños faroles daban camino a las calles y sus habitantes.

Desde su imponente castillo tenía una impresionante vista hacia el pueblo donde vivía hace más 300 años.

—Mi señor—Velkan baja la mirada al escuchar la voz de su mano derecha —. ¡Ella ha llegado! —el pelinegro mira por encima de su hombro para ver a Carl inclinado mientras le habla.

—¡Lo se! La he sentido.

Velkan vuelve la mirada hacia la ventana, el sol se había ocultado hace muchas horas atrás y la actividad en el pueblo era tan común como siempre, sin embargo, la lugubridad de su hogar perduraba con la luz del día o sin él.

—¿Y qué piensa hacer, mi señor? —Velkan continúa callado mientras observa por la ventana, la nieve se hacía cada vez más espesa.

—Puedes retirarte, Carl. Vigila que todo permanezca en orden allá afuera.

—Si, señor—responde ante la fuerte voz de su amo.

Carl se inclina un poco más y luego de eso desaparece.

Velkan siente la ausencia de su empleado y suelta el aliento, ni él mismo sabia como manejar aquella situación. Traga saliva ya que le estaba costando mucho asimilar que el momento que tanto esperaba finalmente había llegado.

El problema de todo aquello era, como ella iba a tomarlo.

—¡Evelyn! —susurra aquellas palabras suavemente.

[…]

En ese mismo momento Evelyn había descendido del extraño transporte que la llevo a un pueblo remoto, en cuanto la joven puso un pie en el suelo el susurro de su nombre envolvió todo su cuerpo provocándole un fuerte escalofrió turbador.

Ella se paraliza ya que por extraña razón ese susurro le resulto tan familiar, tan atrayente, Evelyn frunce el ceño cuando mira hacia el cielo y ve como la nieve cae directo a sus ojos.

—¿Esta nevando? —musita mientras de su boca brota un humo espeso y blanco.

—Estamos en invierno señorita —escucha al chófer hablar que la lleva a bajar la mirada, él dejaba su escaso equipaje a sus pies —. He viajado en los peores meses del año.

—¿Qué dice? ¿peores? ¡solo es nieve! —dice elevando la mano para ver como los copos caen en sus manos.

—Son meses de extrema oscuridad, señorita—el hombre responde mientras que observa hacia todos lados, ella parpadea varias veces puesto que no entiende nada.

—¿Qué quiere decir con eso?

Ella mira al hombre con firmeza, pero él parecía observar hacia todos lados, era como si tuviera miedo de que lo estuvieran escuchando, le resulto bastante extraño su comportamiento.

—Disculpe, no entiendo que quiso decir con eso.

—¡Vaya a casa lo antes posible, señorita! —aquellas palabras las sintió como un látigo en su pecho, sentía que las había escuchado anteriormente, pero ¿Dónde?

—Usted…—ella hace amago de caminar hacia él, pero el hombre a retroceder.

—¡Evelyn!

La joven se detiene en seco cuando escucha que alguien en ese lugar la llama, no era para nada usual que una persona la llamara por su nombre en vista de que no conocía a absolutamente a nadie.

Gira el cuerpo hacia la dirección de esa voz y ve a una mujer encanecida saludarla con una sonrisa maternal. Evelyn parpadea y trata de recordarla, pero le resulta imposible dar con ese rostro.

—Evelyn, cariño, que bueno verte de nuevo.

—¿Qué? ¿de nuevo? —frunce el ceño cuando esa extraña intenta acercarse a ella, Evelyn retrocede de inmediato y la mujer lo nota.

—Lo siento tanto, mi niña. Me llamo Elena, soy tu nana. La que te envió la nota.

Evelyn niega, no recordaba a esa mujer de nada. Y ahora sentía cierto miedo de haber hecho ese misterioso viaje. Voltea el rostro para buscar al chófer, pero este había desaparecido junto con el coche.

—Pero ¿Qué?

—No tengas miedo, vamos a casa, parece que se acerca una terrible tormenta. Aquí nos vamos a congelar —Evelyn vuelve la vista hacia esa mujer y no mueve un solo debo, no la conocía de nada, como esperaba que se fuera con ella así tan fácil.

—No pienso irme con usted —la mujer ensancha la mirada, estaban medio de la casa, donde los transeúntes la observaban como la perfecta extraña—. Yo no la conozco de nada, ¿Cómo cree que me voy a ir con usted?

 —Yo no te voy hacer ningún daño, quiero ayudarte, ayudarte a recordar lo que has olvidado mi niña.

Aquellas palabras si la paralizaron por completo, ¿Qué era lo que sabia esa vieja? ¿acaso conocía su pasado? Pero es que eso era imposible, ella vivió toda su vida lejos de ese pueblo, ¿Cómo puede una anciana saber algo de ella?

O es que…

¡Ella era de ese pueblo!

—¿Qué es lo que sabe?

—Vamos a casa, necesitas calentarte un poco.

Se lo pensó mucho, la verdad es que era riesgoso lo que estaba haciendo, ir con una extraña que decía saber sobre su pasado, pero también podía ser alguien que la conducía al peligro. Dejo su vida en la ciudad por ese viaje.

—Vamos muchacha, no pienso hacerte daño. Además, jamás podría tocarte una sola hebra de tu pelo.

La mujer se da la vuelta causándole más misterio a Evelyn. Ella la ve alejarse tranquilamente, Evelyn mira su pequeño bolso y decide que si quería saber sobre su pasado y su familia tenía que arriesgarse.

Coge su bolso y sigue a la vieja que decía ser su nana.

[…]

Luego de un rato de caminata bajo la intensidad de los copos de nieve, Evelyn mira a la anciana y frunce el ceño. Era aún más sospechosa que no dijera una sola palabra.

—¿Cuánto más vamos a seguir caminando?

—No seas impaciente, pronto llegaremos.

Ella mira hacia ambos lados y se da cuenta de que llegaron a un camino en donde habían dejado el pueblo prácticamente atrás. Evelyn se detiene y no continúa caminando por esa calle solitaria. A su alrededor solo había ramas secas y un montón de nieve acumulada.

—No pienso seguir caminando más, esto es absurdo, aquí no hay nadie ni nada, solo es una carretera que no parece tener fin, ¿me cree estúpida?

—Por supuesto que no, mi niña —la mujer se gira con expresión de angustia —. No quiero incomodarte, solo que en el pueblo no podían recogernos, pronto vendrán a por nosotras.

—¿Quién vendrá? —se asusta aún más cuando oye aquellas palabras —. Usted me parece muy sospechosa, no me interesa saber nada de mi pasado, yo prefiero regresar a mi casa de donde nunca debí salir.

Evelyn da la vuelta y es cuando ella ve que se acerca un caballo, la joven se queda inmóvil cuando el animal se acerca a ellas y ve que el caballo arrastraba una carroza. Frunce el ceño al mirar al conductor, el hombre la miro con aquellos impresionantes ojos brillantes que la hacen retroceder.

—¿Sube, señorita?

—¿Qué?

—Vamos mi niña, han venido a por nosotras, tranquila, él nos llevara a casa.

—¿A casa?

Elena sube al coche y la mira desde el interior, luego le hace un gesto para que subiera, pero ella sentía que no debía hacerlo. Algo dentro de ella le decía que no era lo correcto subir a ese coche. De la nada una ráfaga de viento frío golpea su cuerpo provocándole escalofríos.

Con aquel viento helado ella logra escuchar nuevamente esa voz magnetizaste, Evelyn mira hacia todos lados, pero no ve más que nieve y una espesa neblina. Sin embargo, ella sentía que algo estaba por allí, mirándola o esperándola.

—¿Subes? —escucha a su nana —. Viene una tormenta, debemos refugiarnos en casa.

—Si.

Ella sube aun sintiéndose temerosa y dudosa, pero tampoco podía quedarse en medio de la nada sin saber a dónde ir.

Luego de un largo camino, Evelyn se percata que el camino a la casa de esa mujer era muy largo y lejos. Se pregunta ¿Cómo demonio iba a regresar a casa?

En cuanto el coche da un giro, ella mira el levantamiento de un impresionante castillo que la deja con boca abierta.

—¡Por el amor de dios! ¿Qué es eso?

—¡Casa! —dice la mujer segura.

—Pero si es un castillo, ¿es que usted vive allí?

—Si, yo vivo aquí y si tú quieres también puedes vivir aquí.

—¿Yo?

El coche se detiene en la entrada de la casa y es cuando Evelyn baja mientras no le aparta la mirada al castillo, era enorme, como esos que se mostraban en las películas de terror o los castillos de los príncipes.

—¿Cómo es que usted vive aquí?

—Bueno, el lugar no es mío por supuesto, pero si, este es mi hogar.

La pelinegra mira a la anciana, así que no era su casa, lo que significaba que se iba a quedar en la casa de unas personas desconocidas, quizás la vieja solo era la sirvienta del lugar.

—¿Acaso usted es la sirvienta de este castillo? —le pregunta mientras que la sigue.

—Digamos que si lo soy.

—¿Por qué me trajo aquí? ¿Qué cree que dirán los dueños de este lugar cuando me vean? ¿o es que me trajo para ser de sirvienta también? —la vieja niega —. Le diré que no pienso dejar mis estudios por servirle a personas ricas y engreídas.

—Ni lo uno, ni lo otro.

Ambas ingresan en la casa y de inmediato la majestuosidad del lugar impacta a Evelyn quien se queda impactada por tal belleza. Ella eleva la mirada al mirar el interior de aquel lúgubre castillo, tan sombrío por fuera como lo era por dentro, pero con increíble belleza.

—¿Qué es este lugar?

—Ya te lo dije, ¡es casa!

—¿Casa?

—Te mostrare donde vas a dormir y luego iremos a por una taza con chocolate caliente, creo que te hace falta.

La verdad es que estaba bastante bien a pesar del frio tan horrible que estaba haciendo, en ese momento estaba más maravillada por el interior de aquel castillo.

[…]

—¡Aahhh! —Velkan jadea e inclina la cabeza hacia atrás al sentir la presencia de Evelyn en su castillo —. Esta aquí, finalmente está aquí.

Gira su sillón para ver por la ventana. Su sangre comenzaba a fluir con mucha más rapidez por todo su cuerpo, ella estaba tan cerca de él que le estaba costando muchísimo mantenerse calmado. Pero tenía que hacerlo, quisiera o no.

No creía conveniente verla ahora.

O eso creía…

Baja la mirada y la siente recorrer su castillo que le provoca una leve sonrisa.

—¡Ohh! Mi querida Evelyn…

La joven se detiene bruscamente cuando escucha nuevamente su nombre en susurros, su mirada se dirige hacia todos lados buscando el causante de aquellas palabras, pero ese castillo parecía desolado.

—¿Qué pasa, mi niña?

—Escucha que alguien me llamaba —la anciana la mira fijamente.

—Tu habitación será esta —abre la puerta y ella ve lo inmenso que era aquel cuarto, incluso se atrevía a pensar que más grande que su propia casa.

—¿Por qué me ofrece este cuarto? Solo soy una invitada, ¿Qué pensaran los dueños si me quedo a dormir aquí?

—No te preocupes por eso, puedes dejar tus cosas aquí y bajemos a por esa taza de chocolate.

Ella obedece a duras penas y vuelve a seguir a la anciana, mientras que recorren el alargado corredor oscuro, la poca iluminación eran unas lámparas antiguas que combinaban con aquel viejo castillo.

Evelyn va detrás de la anciana, pero su mirada se dirige hacia los muchos cuadros que yacían colgados en la pared, eran de batallas pasadas y retratos de personas muy atractivas. Hombres y mujeres se encontraban retratados y colgados en esa pared.

—¿Quiénes son estas personas? ¿los dueños de este castillo?

—Lo fueron, mucho tiempo atrás.

—¿Sí?

Ella empieza a mirar detenidamente y cuando iba a llegar al último la anciana la apura y ella corre detrás de ella y no termina por mirar los retratos.

—Este lugar es muy extraño.

—Solo es un castillo antiguo, escucharas muchos ruidos y veras a pocas personas aquí.

—No parece que habitara nadie aquí.

—Créeme, si está habitado —le dice sirviéndole una taza con chocolate.

—Me va a contar quien es usted y que relación tenemos.

La mujer mira a Evelyn y ella la observa fijamente.

—Por supuesto que sí.

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