Dos.

— Papá, ya me voy al trabajo. — Selena se despide de su distraído padre con un beso en la frente. — Pórtate bien, ¿De acuerdo? Trataré e volver cuanto antes.

Su padre, como siempre, no le respondió.

La muerte de su esposa fue la gota que derramó el vaso. El padre de Selena, un hombre fuerte y orgulloso, se derrumbó ante la pérdida de su amada. La pena lo consumió por dentro, y su mente se nubló en un torbellino de dolor y demencia. Comenzó a vagar sin rumbo por los bosques, hablando solo y delirando sobre la luna roja y los espíritus ancestrales. Sus ojos, antes llenos de vida y amor, ahora reflejaban la locura que lo consumía.

Selena observaba a su padre con el corazón destrozado, incapaz de comprender la magnitud de su sufrimiento. La niña que una vez fue, se había convertido en la cabeza de familia, asumiendo la responsabilidad de cuidar a su padre y tratar de devolverle la cordura.

— Escuché que me estaba llamando, señor D.

Selena abre cuidadosamente la puerta de la oficina de su jefe Daniel, el Alfa que ha cuidado de ella y la ha tratado como a su hija desde el momento en que falleció su madre y su padre quedó en su estado actual.

Tocó la puerta antes de entrar, él estaba como siempre en su asiento frente a un escritorio leyendo documentos. A simple vista era como ver a un hombre de negocios realmente ocupado.

— ¡Al fin llegas! ¿Sabes qué hice mis anteojos? No puedo ver nada.

— Están en su cabeza.

Solamente eran una fachada.

A pesar de que era muy sabido el terrible comportamiento soberbio de la mayoría de Alfas, su jefe Daniel era una excepción a la regla, un hombre cariñoso y un poco despistado que no discrimina bajo ninguna circunstancia y es muy comprensivo con la temporada de celo de sus empleados.

— ¿Solo me llamaste para encontrar tus anteojos?

— No realmente, tengo un trabajo para tí. — Respondió, haciéndole entrega de una hoja de papel. — Necesito que reemplaces a Gwen en los turnos de las próximas dos semanas, ahí está escrito el horario de trabajo que tendrás.

Selena mira la hoja de papel, confundida.

— ¿Gwen no tuvo su celo a principios de mes? ¿Está enferma o por qué de repente no puede venir?

Daniel suspira, necesitó un par de segundos para saber cómo resumir lo que había ocurrido:

— La atacaron anoche, un Alfa en estado inconveniente la marcó.

— ¿Qué...? — Las manos de Selena temblaron. — Gwen, ¿Está ella bien...?

— Su cuerpo físicamente no sufrió heridas, pero sabes que la marca es un nudo que no se puede deshacer, Selena. Gwen ha sido forzada a convertirse en el mate de ese Alfa.

— ¡Pero-! Gwen es Omega recesivo... ¿Cómo puede?

— Incluso siendo recesiva, puede pasar.

Desde tiempos inmemoriales, Alfas y Omegas han estado destinados a unirse en un vínculo que trasciende lo físico y se arraiga en lo más profundo de su ser. Esta unión, sellada a través de la mordida del Alfa en el cuello del Omega, transforma a este último en su Mate, un compañero de vida cuyo destino queda inexorablemente ligado al de su Alfa. Aunque esta unión pueda ser vista como un acto romántico, implica una gran responsabilidad y un compromiso inquebrantable. El Omega, al ser marcado, queda unido a su Alfa de por vida, sin posibilidad de establecer lazos con nadie más. Esta realidad, a menudo idealizada, puede ser brutal, especialmente cuando un Alfa en celo decide marcar a un Omega en contra de su voluntad, arrebatándole su autonomía y dejándolo a merced de un destino que no eligió.

Algunos luchaban por encontrar a su compañero ideal, otros sufrían por las restricciones de su unión, y otros más eran víctimas de la violencia y el abuso de poder.

Muchos no daban trabajo a los Omegas recesivos y preferían quedarse con la fuerza física de los Alfas y con la normalidad de los Betas, dejándolos de lado.

Y aunque el señor Daniel le da oportunidad laboral a cualquiera que lo merezca, independientemente de su segundo género, para Selena ser una Beta es una bendición de los cielos.

un regalo que le permitía vivir sin las ataduras y las complicaciones que plagaban la vida de Alfas y Omegas. No tenía que preocuparse por ciclos de celo que la volvieran vulnerable y la obligaran a buscar un compañero. No tenía que lidiar con feromonas que nublaran su juicio y la arrastraran a instintos primarios.

— Las últimas semanas han estado aumentando el número de ataques a los omegas. — Comenta con frustración en su tono de voz. — Probablemente sea por la aproximación de la luna Roja, dicen que el instinto hace enloquecer a los más débiles.

Selena se queda en blanco un par de minutos.

— ¿Luna Roja? ¿T-tan pronto?

— Selena, han pasado más de diez años.

Ella guarda silencio, él tenía razón, ya habían pasado más de diez años desde la última luna roja, cuando su madre y hermana perdieron la vida.

— Que rápido... — Murmura entre dientes.

— Ten cuidado tú también, Selena.

Ella alza la mirada hacia Daniel, intenta tranquilizarlo con una sonrisa.

— Soy un Beta, no puede pasar nada.

(en el supermercado)

Si ella iba a empezar a cubrir el turno nocturno de Gwen necesitaba dejar comida preparada para su padre, se siente preocupada por él, su padre no puede dormir si nadie le sostiene la mano y le hace sentir que no está solo. Pero cubrir el horario nocturno le ofrecía un mejor pago y horario más flexible.

''Solo será un par de semanas...'' pensó y metió al carrito otro litro de leche.

Selena salió del supermercado, la lluvia comenzaba a caer y la noche se cerraba sobre ella. Caminaba a paso rápido, tratando de llegar a casa antes de que la tormenta empeorara. De repente, escuchó un ruido proveniente de un callejón cercano.

Intrigada, se acercó cautelosamente y se asomó a través de las sombras. Vio a un grupo de Alfas rodeando a una Omega asustada.

— ¿Creías que iba a dejarte ir tan fácilmente solo porque me cortaste por teléfono? — Se burló su agresor, el que la tenía inmovilizada contra el suelo. — Ya veremos si eres capaz de irte con otro cuando te haga mi compañera.

Selena sintió una oleada de ira y horror. No podía permitir que esos hombres se salieran con la suya. Sin pensarlo dos veces, sacó una manzana de su bolso y la lanzó con todas sus fuerzas hacia los Alfas. La manzana lo golpeó con fuerza en la cabeza, distraíéndolo por un momento.

— ¡¿Quién anda ahí?!

Pero Selena no pudo salir, ni siquiera fue capaz de llamar a la policía porque una sombra pareció paralizarla tras el contenedor de basura, las náuseas subieron a su estómago, su corazón bombeó tan rápido que casi lo sintió explotar, las fuerzas la abandonaron de repente y todo lo que podía pensar era en tener una muerte miserable.

Detrás solo se escuchan pasos pesados, hay unos cuantos murmullos, quiere escapar pero sus pies no la obedecen, temblando, Selena se asoma en el borde del contenedor de basura.

Un lobo de pelaje gris oscuro y ojos más profundos y aterradores que la noche estaba lleno de sangre, en sus fauces se desvanecía el cuello perteneciente al Alfa que antes intentó marcar a la Omega, sacudiéndolo sin vida como a un trozo de tela y azotándolo contra la pared.

''¡Santo Dios...!''

El terror es visible en los ojos de Selena, incapaz de creer la escena que había presenciado, ella se echa para atrás por inercia, pero el aura pesada de aquel lobo había logrado cortar su respiración, como si cientos de manos se unieran alrededor de su cuello y extremidades para estrangularla y mantenerla fija en el piso.

Ese fue su primer contacto con un Alfa dominante.

''Aire... No puedo respirar... Ayuda''

Los ojos rojos de la muerte se posaron en ella, sedientos de sangre.

''Él me vió.''

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