El aire en el club era denso, cargado con el aroma metálico de la dominancia alfa. Loviane, con su porte elegante y mirada aguda, se movía entre las mesas de caoba, donde los alfas se congregaban como aves de rapiña. Sus risas estridentes y comentarios lascivos resonaban en el salón, creando una atmósfera opresiva.
— Mira esa omega, cómo mueve las caderas. — dijo uno, con los ojos fijos en una camarera que pasaba. — Parece que está pidiendo a gritos que la marquen.
Otro alfa, con un puro entre los dedos, se rió con desprecio. — Son todas iguales. Criadas para complacer, para dar cachorros. No tienen cerebro, solo instinto.
Loviane volvió su mirada hacia la copa entre sus manos. Había escuchado estas conversaciones mil veces, pero cada vez de alguna forma lograban volverla peor. ¿Por qué Kael seguía insistiendo en enviarlo con esos tipos?
— ¿Tú qué piensas al respecto, Loviane?
— Veo que están teniendo una conversación interesante, no quisiera interrumpirlos. — Responde sin molestarse por ocultar su desinterés en el asunto.
El alfa lo miró de arriba abajo, con una sonrisa burlona. — Siempre es interesante hablar de las omegas — dijo. —Son criaturas tan... fascinantes.
— Fascinantes — repitió Loviane, con un toque de sarcasmo. — Como si fueran especímenes de laboratorio.
— Vamos, Loviane, tiene que haber algún tipo de omega que te guste, tal vez cabello oscuro y pechos pequeños o-
— ¿Por qué tan interesado en saber mis gustos? Si igual su hija no tiene ninguna oportunidad conmigo. — Sonrió Loviane, hipócritamente.
El murmullo se extendía como una brisa cargada de desdén entre los alfas reunidos.
— Ese Loviane...— Apuesto a que es gay. Siempre anda con su asistente, Carlos. Parecen más que amigos.
La insinuación flotó en el aire. Loviane, que había escuchado cada palabra, se detuvo y se giró lentamente, con una sonrisa enigmática en los labios.
— ¿Gay? — repitió, con un tono que mezclaba diversión y desafío. — Y Carlos... ¿mi pareja? Qué imaginación tienen.
Los alfas se tensaron, esperando una negación airada, una muestra de indignación. Pero Loviane simplemente se encogió de hombros, con una sonrisa pícara.
— ¿Quizás? — dijo, dejando la pregunta flotando en el aire. — Nunca se sabe.
La respuesta, deliberadamente ambigua, dejó a los alfas desconcertados. No sabían si Loviane los estaba provocando, burlándose de ellos o simplemente jugando con su prejuicio. La incertidumbre los inquietó más que cualquier negación.
Loviane se giró de nuevo y continuó su camino, dejando a los alfas con la duda carcomiéndoles.
Sin embargo, una hincada en su pecho logró desestabilizarlo de repente, los mareos de los que se había logrado deshacer durante todo el día volvieron de forma más insistente, por un momento creyó no poder soportarlo y necesitó apoyarse de la pared.
Su mirada aguda captó una escena que lo hizo detenerse. Un alfa corpulento, con una expresión lasciva en el rostro, acorralaba a una joven omega contra una pared. La chica, visiblemente incómoda, intentaba apartarse, pero el alfa la retenía con una mano en su brazo.
Justo cuando el cuerpo de ella parece a punto de estrellarse contra el suelo, sus brazos fuertes la envuelven. Loviane, con una agilidad sorprendente, la ha atrapado en el aire, sosteniéndola con una delicadeza principesca. El impacto se desvanece, reemplazado por la sensación de seguridad y calidez.
Loviane la sostiene con firmeza, su mirada recorriendo el rostro pálido de Selena con preocupación.
— ¿Estás bien? — murmura, su voz suave pero firme. — Te tengo.
La multitud se ha detenido, observando la escena con una mezcla de curiosidad y preocupación. El alfa, con la furia reflejada en su rostro, retrocede un paso, sorprendido por la repentina intervención.
Loviane levanta a Selena con cuidado, como si fuera una muñeca de porcelana, y la sostiene en sus brazos. Su mirada se endurece al posarse sobre el alfa, un destello de advertencia en sus ojos.
— Será mejor que te marches. — le dice con voz gélida. — Antes de que me arrepienta de mi cortesía.
Cuando aquel hombre malo se va, Selena busca la mirada de su salvador, sin embargo, lejos de encontrar un rostro amigable y preocupado, lo que la recibe es una expresión gélida y molesta.
— ¡Ay, espera!
Nadie se digna en ayudarla cuando Loviane la arrastra fuera del club, el cuerpo débil de Selena se tropieza seguido y él, frustrado, decide cargarla para poder caminar más rápido.
— ¿Qué creías que ibas a lograr con un sucio truco tan barato...? — Masculló Loviane. — ¿Compasión? ¿Dinero? ¿Mi atención?
La espalda de Selena chocó contra la fría pared del callejón, el hombre frente a ella la tenía tomada del cuello con firmeza, cortando el flujo de oxígeno.
— ¿Quién te envió? ¿Quién eres? — Demandó saber. — ¿Acaso alguien te obligó a venir aquí durante tu celo para intentar seducirme?
''¿C-celo...?''
— ¡N-no...! Be-beta... Soy... Ugh... Beta.
— ¡Mientes! — escupió Loviane, apretando aún más su agarre. — Los betas no despiden feromonas. Pero tú... tú apestas a celo. ¡Alguien te preparó para esto!
Selena luchaba por mantenerse consciente, su visión nublada por la falta de oxígeno.
— No... soy beta... por favor...
Loviane la levantó del suelo, sus pies colgando en el aire.
— ¡Nunca viste clases de segundo género? Dicen que Los betas no mienten — dijo con una voz helada. — Pero tú lo haces. ¿Por qué?
Selena negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas. Loviane la soltó, dejándola caer al suelo. Selena tosió, luchando por recuperar el aliento.
Loviane se acercó a Selena, su presencia dominante llenando el espacio. Sus feromonas, normalmente un arma de control, se liberaron, envolviendo a Selena en una ola de poder alfa. Esperaba verla doblegarse, confesar sus secretos bajo la presión de su dominio.
Pero en lugar de sumisión, una reacción inesperada sacudió a Loviane.
Las feromonas de Selena respondieron a las suyas con una intensidad sorprendente. Loviane se tambaleó, desconcertado. Nunca había experimentado algo así. Las feromonas de Selena, aunque sutiles, eran inconfundibles. No eran las de una omega sumisa y complaciente, sino algo más... algo salvaje y feroz.
Un calor extraño se extendió por su cuerpo, una urgencia que no reconocía. La necesidad de poseer a Selena, de reclamarla, lo abrumó con una fuerza inesperada. Sus instintos, normalmente controlados, se desbocaron, exigiendo satisfacción.
Selena, por su parte, se estremeció bajo la influencia de las feromonas de Loviane. La dominación alfa, que debería haberla paralizado de miedo, despertó en ella una respuesta igualmente intensa. Un deseo incontrolable la invadió, una necesidad de cercanía, de contacto.
Sus ojos se encontraron, y la chispa que saltó entre ellos fue eléctrica. Loviane la atrajo hacia sí, sus manos aferrándose a su cuerpo con una posesividad que lo sorprendió a él mismo. Selena se aferró a él, su propio deseo respondiendo al suyo con una fuerza que la dejó sin aliento.
Loviane se siente mareado de repente, algo lo envuelve y lo cubre como un manto incluso cuando trata de resistirse con todas sus fuerzas.
— ¿Cómo te llamas? — Preguntó, sin apartar la mirada de sus labios en ningún momento.
— Selena. — Respondió ella con un tono frágil de voz. — ¿Y tú quién eres?
— No necesitas saberlo ahora.
Esa pequeña presentación fue más que suficiente para encender la ardiente llamarada de pasión que lo consumiría todo.