Maxin
Conservando las puertas seguras, las ventanas del Bugatti aseguradas hasta arriba y la velocidad reducida, libremente conduzco sin saltarme está vez un semáforo. Claro, después de varios correos de incumplimiento de tránsito que no paran de llegar a la oficina lo adecuado es bajar la guardia.
El timbre de mi celular me saca del trance, en tanto giro a la izquierda yendo al estacionamiento y atendiendo.
—Buenas noches, señor.
Todo en mi se alerta quedando atrapado en una burbuja de intranquilidad.
—¿Qué pasa con ella?—inquiero frenando de golpe—¿Algún rastro? ¿Un problema? Joder, ¿Qué pasó?
—No señor, no es nada.—asegura velozmente y puedo exhalar al final. ¿De qué me sirve tenerla tan lejos si al cabo estaré rodeado de intriga... y miedo—La señorita Elizabeth, y su madre están bien, ambas descansan.
Vale, lo acepto. Con sólo esta información me invade el alivio más que nunca. Si esa bendita mujer arriesga su vida también lo hace con la mía.
De eso estoy seguro.
Inclino la cabeza