Monique miró su celular cuando escuchó que sonaba, encontrándolo sobre su mesa. Al recogerlo para ver quién llamaba, vio que era su prometido, Joshua. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver su nombre en la pantalla.
Prometido.
Antes solo era su novio, pero ahora era su prometido, y el próximo mes sería su esposo. Monique todavía no podía creerlo. Sentía que estaba en las nubes, incapaz de comprender la alegría que llenaba su corazón desde que él le propuso matrimonio.
Rápidamente, Monique respondió la llamada. —¿Hola? —lo saludó desde el otro lado.
—Amor, ¿estás ocupada ahora? —preguntó él en cuanto contestó.
—No realmente —respondió ella. En ese momento, no había muchos clientes en su Clínica Veterinaria; solo tenía unas pocas citas programadas para el día—. ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno, mamá llamó. Quiere que vayamos a almorzar con ella hoy —le informó.
Monique miró su reloj y vio que casi eran las doce.
—Ah, está bien. No estoy muy ocupada ahora —dijo—. He estado un rato sin ha