—Marisa, estaré en mi oficina. Solo llámame si llega algún cliente —instruyó Monique a su asistente, señalando hacia el cubículo, justo después de que el cliente que había agendado la segunda vacuna de su mascota se marchara. Sonrió a Marisa, quien asintió en señal de comprensión.
Entró en su oficina y se acomodó en su silla giratoria frente al escritorio. Monique volvía al trabajo tras su boda. Había estado ausente de su Pet Clinic durante casi dos semanas por los preparativos y la ceremonia de la boda. Durante ese tiempo, la clínica había permanecido cerrada. No podía dejar a Marisa a cargo por tanto tiempo, ya que no era veterinaria licenciada y aún necesitaba supervisión. Habría sido diferente si solo se hubiera ausentado uno o dos días, pero por un período tan prolongado no era viable. Aun cuando la clínica estuvo cerrada, se aseguró de que Marisa recibiera su salario por la ayuda prestada. Monique conocía las necesidades económicas de Marisa, especialmente por su familia.
Al pri