La Noche que se Torció

Al entrar en el bar, Monique fue recibida de inmediato por una mezcla ensordecedora de música y los gritos eufóricos de la gente que bailaba en la pista. Las luces parpadeantes añadían más intensidad al espectáculo sensorial. Sin dejarse intimidar por el bullicio, recorrió con la mirada el interior del lugar, buscando a Amy y a su grupo de amigas.

Una sonrisa cálida iluminó su rostro cuando las vio reunidas en un rincón. Parecía que la habían estado esperando pacientemente; ella era la única pieza faltante del grupo. Al verlas, Monique ya se imaginaba el sermón que le daría Amy por llegar tarde, aunque ya tenía preparada una réplica ingeniosa.

Después de que su cena con Joshua se cancelara, Monique había decidido unirse a sus amigas. Su condominio no le ofrecía ningún atractivo en ese momento, así que optó por salir a divertirse un rato. Intentó llamar a Joshua para contarle el cambio de planes, pero él no contestó, probablemente ocupado con algo. Así que le dejó un mensaje de texto explicándole que pasaría la noche con sus amigas, segura de que él lo leería cuando pudiera.

Había pensado mencionarle el accidente que había presenciado y el encuentro con su hermano gemelo, Jacob, pero prefirió reservar ese tema para cuando se vieran en persona. Para entonces, seguramente los gemelos ya estarían juntos, lo que explicaría la cancelación de su cita. Monique no pudo evitar sentir que Jacob tenía parte de la culpa: si le hubiera avisado antes a su familia que estaba en la ciudad, la madre de Joshua no habría insistido tanto en que su hijo fuera a visitarlo.

Aun sin recibir respuesta de Joshua, Monique siguió adelante con sus planes, segura de que él no se opondría. Era algo que valoraba mucho en su relación: Joshua nunca la asfixiaba ni intentaba controlarla; siempre le daba la libertad de hacer lo que quisiera. Y ella, a cambio, confiaba plenamente en él. Esa confianza mutua era la base sólida de su relación.

Siguió caminando hasta llegar a la mesa donde estaban sus amigas. —Perdón por la tardanza, chicas —dijo, captando de inmediato la atención del grupo. Acompañó sus palabras con una sonrisa brillante antes de sentarse en el lugar vacío junto a Amy.

—Ya empezaba a perder la esperanza de que vinieras. Llegas media hora tarde —comentó Amy, mirándola con fingida severidad.

—Lo sé, lo sé. Tuve que refrescarme y cambiarme de ropa al llegar a casa —explicó Monique—. Y para colmo, me topé con un tráfico terrible de camino para acá. Fue desesperante —añadió, frunciendo los labios antes de sonreír divertida.

—Pensé que tu cena con Joshua sí se había hecho al final —preguntó Amy, arqueando una ceja.

—Bueno, ya sabes lo que dicen… las suposiciones son la raíz de muchas decepciones —bromeó Monique con una pequeña carcajada.

Amy respondió con una sonrisa divertida, tomó una botella de cerveza y se la tendió. —Toma —dijo, pasándosela—. Te hemos estado esperando, y ya llevamos dos botellas entre todas.

—Gracias —respondió Monique, aceptando la cerveza y dando un sorbo. Saboreó el amargor que le bajaba por la garganta, refrescante.

—Disculpen, chicas.

Monique giró la cabeza hacia Tameka, que acababa de hablar y había captado la atención del grupo. No pudo evitar notar la dulce sonrisa que se dibujaba en sus labios.

—Ahora que Monique ya está aquí, tengo un anuncio que hacer —continuó Tameka, y Monique percibió un brillo especial en sus ojos al decirlo.

Por la expresión de su amiga, parecía que se trataba de una noticia importante… o emocionante.

—¿Qué anuncio? —preguntó Amy, reflejando la curiosidad de todas.

Todas las miradas se posaron en Tameka, expectantes ante su revelación.

Tameka sonrió dulcemente y levantó la mano, moviendo los dedos con gracia para captar su atención. Todas dirigieron la mirada hacia su mano, y entonces lo vieron: un brillante anillo de diamante de un quilate resplandecía en su dedo anular.

—¡Me voy a casar! —anunció, con una sonrisa tan radiante que le iluminaba los ojos.

—¡Oh, Dios mío!

—¡Oh!

—¡Guau!

Las exclamaciones surgieron casi al unísono, cada una reaccionando de forma distinta, pero todas compartiendo la misma alegría genuina. Tameka y Gavin llevaban apenas dos años juntos, pero su amor era tan evidente que nadie se sorprendía de que hubieran decidido dar el siguiente paso.

Todas habían sido testigo del cariño que se profesaban. El afecto de Gavin por Tameka era innegable cada vez que estaban juntos.

—Felicidades, Tameka —dijo Monique, con una sonrisa cálida—. Me alegra muchísimo por ti —añadió, y en su voz se notaba la sinceridad.

Las demás amigas también la felicitaron con entusiasmo. Algunas le preguntaron la fecha de la boda, y Tameka no tardó en compartir los detalles.

Al cabo de un rato, Monique sintió un leve codazo de Amy. —¿Qué pasa? —preguntó, girándose hacia ella.

Amy arqueó una ceja y le dedicó una sonrisa pícara, con una chispa traviesa en los labios. —¿Y tú qué? —preguntó con tono juguetón.

Monique frunció el ceño, sin entender del todo. —¿A qué te refieres?

—¿Cuándo será la boda entre tú y Joshua? —preguntó Amy, alzando una ceja con intención.

Monique arrugó la nariz. —Bueno… todavía ni siquiera me ha pedido matrimonio —admitió.

Amy se inclinó hacia ella, bajando la voz como si compartiera un secreto. —Si él no se anima, toma tú la iniciativa. ¿Por qué no le propones tú matrimonio? Cada vez más mujeres lo hacen —sugirió con una sonrisa traviesa—. Solo para romper un poco las reglas.

Monique soltó una risita ante la idea, divertida, aunque sin intención alguna de hacerlo. Ella quería que Joshua fuera quien tomara la iniciativa, que se arrodillara y le pidiera su mano por voluntad propia.

Deseaba que aquella propuesta naciera del corazón, no de la presión. Creía firmemente que el matrimonio era un compromiso serio, algo que debía pensarse bien. Como se suele decir, no era algo que uno tomara a la ligera, ni mucho menos algo de lo que se pudiera huir cuando las cosas se pusieran difíciles. Era una promesa para toda la vida, y Monique creía que debía asumirse con responsabilidad.

La verdad era que, cuando llegara ese momento y Joshua le pidiera casarse con él, su respuesta sería un rotundo . Estaba más que lista para dar ese paso. A sus veintisiete años, ya había superado la edad ideal que siempre había imaginado para casarse, veinticinco, así que sentía que su sueño se había retrasado un poco.

Tomó su botella de cerveza y la terminó de un trago. Justo entonces, un camarero se acercó a la mesa.

El hombre parecía tener algo que decirle, pues mantenía la mirada fija en ella. —¿Sí? —preguntó Monique.

—Buenas noches, señorita —la saludó con una sonrisa, y luego le presentó una copa con una margarita—. Esto es de parte de alguien —le informó al cabo de un instante.

Por cortesía, ella aceptó la bebida. —¿Y quién la envía? —preguntó curiosa.

—El caballero sentado frente a la barra —respondió el camarero, señalando en esa dirección.

Monique siguió el gesto con la mirada y entrecerró los ojos para ver mejor. No pudo evitar abrirlos de par en par al reconocer al hombre: era el hermano gemelo de Joshua.

¿De verdad había sido el gemelo de Joshua quien le envió la bebida?

Sus miradas se cruzaron, y él alzó su copa de vino en un gesto de saludo. Parecía que su suposición era correcta: efectivamente, él era quien le había enviado la margarita.

—¿Es Joshua? —preguntó Amy al cabo de unos segundos, intrigada por lo que había llamado la atención de su amiga.

Monique apartó la vista del hombre y se volvió hacia ella. —No, es Jacob, el hermano gemelo de Joshua —aclaró.

—Se parecen muchísimo —comentó Amy, aún observando al hombre.

Monique asintió. La similitud entre los dos era realmente sorprendente. —Son gemelos idénticos —repitió antes de volver su atención al camarero.

—Por favor, dígale que le agradezco —le pidió, levantando la copa de margarita con una ligera sonrisa.

—Por supuesto, señorita —respondió el camarero antes de retirarse.

Cuando Monique volvió a mirar hacia la barra, notó que Jacob seguía observándola.

Ella simplemente se encogió de hombros y apartó la mirada.

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