Monique entró en la habitación con una tarea en mente. Luego se acercó al armario que compartía con su esposo, donde guardaban su ropa. Abrió el gabinete y estiró la mano para alcanzar una maleta que estaba encima. Sin embargo, por más que se estirara, no podía llegar. Estaba colocada demasiado alto, hacia el extremo lejano del armario, fuera de su alcance.
Monique soltó un profundo suspiro. Después, buscó en la habitación algo que pudiera usar como escalón para alcanzar la maleta. Lamentablemente, no encontró nada adecuado, ni siquiera un taburete. Así que decidió salir de la habitación y dirigirse a la cocina para buscar un taburete que sabía que estaba allí.
—¿Qué estás haciendo? —la voz de su esposo surgió de repente desde el umbral, y Monique lo vio mirando el taburete que llevaba.
Por un momento se quedó en silencio, solo observándolo. Pero al cabo de unos segundos abrió la boca para hablar. —No podía alcanzar la maleta que está arriba del armario. Necesitaba algo para pararme —