Después de que su esposo la dejara en la Clínica de Mascotas, Monique se dirigió inmediatamente a su oficina. Sentada en su silla giratoria frente al escritorio, metió la mano en su bolso para sacar el celular y llamó a su amiga Shana. Quería que Shana la acompañara al ginecólogo para un chequeo. Necesitaba confirmar si estaba embarazada o no para calmar sus ansiedades. Incluso antes, en casa, había sido extremadamente cautelosa, pidiéndole a su esposo que condujera despacio. Aunque él no preguntó por qué, siguió su indicación. Monique quería asegurarse de su seguridad y de la del bebé, en caso de que realmente estuviera embarazada.
Monique marcó el número de Shana. El teléfono sonó tres veces antes de que Shana contestara.
—Hola —se escuchó la voz de Shana al otro lado.
—Hola, Shana —saludó Monique al oír la voz de su amiga.
—Oh, Monique. ¿Pasó algo? —preguntó Shana un momento después.
Monique mordió ligeramente su labio inferior antes de explicar el motivo de su llamada. —¿Estás ocu