El aeropuerto huele a despedidas. A café recalentado, a voces que tratan de sonar fuertes aunque los ojos digan lo contrario.
Nos despedimos. Él abordó. Yo salí del aeropuerto con las piernas temblando, tratando de controlar la adrenalina.
Y en ese instante exacto…
suena mi teléfono.
—¿Señorita Miller? Habla el doctor Reeves del Mass General. Necesito que venga hoy mismo. Sus resultados… necesitamos revisarlos.
El corazón me da un vuelco.
—¿Es grave? —pregunto, sintiendo cómo el aire se me hace pesado.
—Preferiría hablarlo en persona. Venga en cuanto pueda.
Y justo cuando cuelgo…
mi celular muere. Sin misericordia. Pantalla negra. Bye.
—Perfecto —murmuro—. Porque hoy la vida decidió que yo debía sentirme en una serie de drama extremo.
Corro a tomar un taxi al hospital sin poder avisarle a nadie.
ETHAN: Aterrizo en Washington y lo primero que quiero hacer es escuchar su voz.
Marco su número. Buzón.
De inmediato mi estómago se contrae.
—Está bien, Ethan… probablemente está ocupada. Resp