Me desperté con la sensación de que ni siquiera había dormido. Me dolía el cuerpo, la cabeza parecía un molino girando sin parar, y lo único que quería era quedarme cinco minutos más en la cama. Pero tenía que trabajar.
Fui hasta el espejo y encaré mi reflejo. Las ojeras seguían allí, firmes como siempre. El rostro cansado, los ojos apagados. Pero lo que más me llamó la atención fue mi expresión… un agotamiento que venía de dentro.
Llevé la mano al vientre y respiré hondo.
—Hoy vamos a intentar tener un día tranquilo, ¿vale? —murmuré, intentando sonar más firme de lo que realmente estaba.
Después