Larissa
La habitación estaba medio oscura, solo con la luz de la lámpara en la esquina. Intentaba quitarme los pendientes, con todo el cuerpo pidiendo tregua. La cabeza me dolía, no solo por el cansancio, sino por todo lo que había pasado en las últimas horas.
Arrojé la bufanda sobre el sillón y empecé a desabrochar la blusa cuando escuché tres golpecitos en la puerta.
—Puedes pasar —dije, sin ni siquiera intentar disimular el cansancio en la voz.
Margarida apareció. Siempre tan serena, pero hoy… había algo diferente en su mirada. Traía una bandeja sencilla en las manos, con una taza de té desprendiendo ese vapor cálid