Me quedé muda un instante. Tenía razón. Y eso dolía más de lo que quería admitir.
—No es tu culpa —dije, demasiado rápido—. Rafael, no has hecho nada malo. Soy yo que… —tragué saliva—. Soy yo la que debería haber sido más sincera contigo.
Él me miró, confuso.
—¿Sincera sobre qué?
—Sobre mí… sobre lo que está pasando entre Alessandro y yo. O lo que pasó. —Desvié la mirada, sintiendo cómo me ardían las mejillas—. Es un desastre. Y yo… no quería meterte en medio de esto.
Rafael soltó una risa irónica, pero no