(Alessandro)
Me senté solo en el salón, el silencio a mi alrededor era ensordecedor. Esperaba con ansiedad el regreso de Larissa, pero a medida que pasaban las horas y caía la noche, la sensación de soledad y frustración se hacía cada vez más profunda dentro de mí.
Cogí el móvil y marqué el número de Larissa, pero no respondió. Lo intenté de nuevo más tarde, pero me recibió el silencio implacable al otro lado de la línea.
La rabia empezó a hervir en mi interior, mezclada con un dolor punzante que no lograba comprender.
El domingo por la mañana volví a llamarla, pero una vez más me ignoró. El rechazo me quemaba en el pecho. Me preguntaba dónde estaría, qué estaría haciendo, con quién.
Mientras me hundía en mis pensamientos, sonó el teléfono, interrumpiendo mis desvaríos.
Vi el nombre de Chiara en la pantalla, pero no tenía fuerzas para hablar con ella. Mi mente seguía atormentada por las palabras de Larissa, por la forma en que me enfrentó con tanto coraje y determinación.
Rechacé la l