La luz fría de la comisaría me dolía en los ojos, haciendo que la cabeza me latiera. Podría ser por el alcohol, pero sabía que la vergüenza tenía mucho que ver.
Apoyado en el banco helado de la celda, intenté no pensar en nada, solo respirar, pero era imposible. ¿Qué demonios fui a hacer?
La puerta crujió y escuché pasos.
Levanté la cabeza y vi a Fernando entrando con esa sonrisita maldita en el rostro, acompañado de Diogo, que ya venía negando con la cabeza, como si yo fuera un adolescente pillado copiando en un examen.
—No me lo puedo creer… —Fernando empezó a reír, pasando la mano por el cabello—. El gran Alessandro Moratti… detenido.
—Detenido y borracho. —Diogo completó—. ¿Y el motivo? La exmujer. Es poético.
—¿Me estáis tomando el pelo? —rosné, levantándome y acercándome a los barrotes—. ¡Abre ya esta mierda!
—Tranquilo, Romeo —Fernando se burló, cruzando los brazos y apoyándose en el marco de la puerta—. A lo mejor Julieta aparece con una carta de amor y te saca de aquí con un