Cuando subí al coche, Catherine me lanzó esa sonrisa animada que solo ella sabe dar.
— ¡Guau, guapa! Si no te conociera, pensaría que vas a una cita.
— Solo voy a distraerme un poco. Y tú también estás preciosa, ¿eh?
El trayecto fue ligero, conversando y riendo, sintiendo que, al menos por unos minutos, podía dejar todo atrás: la cirugía de Gabriel, Alessandro, el secuestro… todo eso, solo por hoy.
Llegamos al bar que ella tanto mencionaba. Era bonito, acogedor, luces bajas, música agradable y un escenario al fondo donde un cantante de MPB ya se preparaba.
Nos servimos, pedimos nuestros tragos y encontramos una mesa con buena vista al escenario.
— Me encanta este lugar, Cathe.
— Lo sabía. Y mira, si alguien te molesta, yo me encargo. Pero… — dijo con una sonrisa traviesa — también puedes dejar que te mollesten un poco, ¿no?
No había terminado de hablar cuando un hombre se acercó a nuestra mesa. Alto, moreno, barba sin afeitar y una sonrisa bonita.
— Buenas noches. ¿Vas acompañada? — p