Mundo ficciónIniciar sesiónEl coche avanzaba por la carretera en silencio, pero el ruido del motor me retumbaba en los oídos. Diogo se había quedado con Fernando, organizando la detención de los hombres de Enzo y ocupándose de todo lo demás.
Tal vez era el cansancio. O el alivio. O simplemente las ganas de poner la mayor distancia posible entre mí y aquel lugar.
Y ahora estábamos aquí, con un silencio asfixiante entre nosotros.
Hasta que él habló.
—Larissa… —su voz sonó baja, algo vacilante—. ¿Él te hizo daño? Enzo… mientras estabas allí… ¿te hizo algo?
Miré por la ventana durante un instante, respiré hondo y negué con la cabeza.
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