(Larissa)
Ayudé a Matheus a incorporarse, pasando su brazo por encima de mis hombros. Gimió de dolor, pero no se quejó.
—Va a salir bien —susurré, más para mí que para él—. Vamos a salir de aquí.
—Deberías dejarme, Larissa... Solo voy a retrasarte. —Su voz era débil, pero firme.
—Para ya, no pienso discutir eso otra vez. Si yo salgo, tú sales conmigo.
Suspiró y me lanzó una mirada cansada, pero no insistió.
Salimos de la celda con cuidado, apoyándonos en la pared y tratando de avanzar en silencio. El sol aún no había salido del todo, pero el cielo ya empezaba a clarear. Las sombras del almacén se movían como si se burlaran de nuestro intento de escapar.
Cada paso era lento, arrastrado. Matheus cojeaba, su cuerpo pesaba sobre el mío, y sentía los músculos tensos, protestando. Pero no pensaba soltarle. No iba a hacerlo.
Estábamos casi en la puerta trasera cuando oímos el ruido.
Pasos rápidos.
—Mierda —murmuré, tirando de Matheus con más fuerza.
Una voz grave sonó detrás de la pared:
—¡Eh