Enzo se giró de nuevo hacia Matheus, la sonrisa cínica dando paso a una mirada afilada, casi curiosa, como si estuviera a punto de soltar una pregunta retorcida.
Pero yo no pude contenerme.
—¿Qué quisiste decir con eso del divorcio? —pregunté, la voz temblorosa, pero firme—. ¿Cómo sabes tú eso?
Él se detuvo en seco, justo a mitad de camino hacia su hermano. Giró la cara lentamente hacia mí, los ojos brillando con esa diversión sádica que me revolvía el estómago.
—Ah... ¿no lo sabías? —soltó una risa corta, burlona—. ¿De verdad crees que tu maridito perfecto firmó algo? Tú podrás haber firmado