— ¿Qué tipo de comentario es ese? — respondí, seria, mirándole de frente. — ¿Estás hablando de Julio?
— Sí, Alice. De él mismo. — Me miró de arriba abajo, luego miró a Julio. — Por lo que veo, sois bastante… íntimos.
— Tranquilo, guapo — intervino Julio con una sonrisa torcida, claramente provocando. — No hay nada entre nosotros, aunque Alice esté buenísima.
La frase cayó como una bomba en medio de la sala y yo puse los ojos en blanco, soltando un suspiro impaciente.
— Julio, por favor…
— Qué bien — replicó Diogo, dando un paso hacia adelante, con la rabia ardiéndole en los ojos. — ¿Vives con ese tío o tienes otros con los que compartes esa… intimidad?
La pregunta fue como una bofetada, no por la duda en sí, sino por el tono.
Sentí cómo me ardía la cara y planté los pies en el suelo, mirándole directo a los ojos.
— No me gusta cómo me estás hablando ni lo que estás insinuando. Y, por si no lo recuerdas, lo nuestro es algo casual, ¿vale? No tienes ningún derecho a exigirme nada.
Respir