Llegué frente a la empresa con ese cosquilleo en el estómago que solo empeoraba cuanto más miraba hacia arriba. El edificio era grande, moderno, imponente… y, sinceramente, bastante intimidante.
Respiré hondo antes de entrar. Era como si estuviera a punto de colarme en un mundo que no era el mío… y, la verdad, no lo era.
Nada más pisar la recepción, me recibió una mujer sonriente, con un vestido beige elegante y unas gafas cuadradas que combinaban perfectamente con el moño impecable en la parte superior de la cabeza. Tenía ese tipo de calma encantadora de quien está acostumbrada a tratar con gente importante.
—¡Buenos días! —dijo con simpatía.
—Hola, buenos días. Soy Alice… Larissa me pidió que viniera hoy —respondí algo tímida, ajustando la correa del bolso en el hombro.
Ella asintió con una sonrisa profesional.
—Claro, un momentito.
Cogió el teléfono y marcó rápido, hablando en voz baja con alguien, probablemente la propia Larissa. Intenté no prestar atención, pero mi corazón ya iba