Diogo
Conducir fue la única salida que encontré para intentar calmar el caos en mi cabeza. La ciudad ya dormía, pero yo necesitaba aire y silencio. Algún lugar donde pudiera organizar los pensamientos y entender qué demonios estaba pasando.
Aparqué mi coche cerca de un parque que quedaba a unas manzanas de la empresa. Siempre me gustó el lugar, el lago, los árboles, las luces suaves de las farolas. Tenía algo que me hacía respirar más hondo.
Bajé, tiré la chaqueta en el asiento trasero y empecé a caminar despacio por la orilla del lago. La luna llena se reflejaba en el agua oscura, creando ese brillo plateado que hipnotiza. Me pasé la mano por la sien, sintiendo la tensión pulsar, y me metí las manos en los bolsillos del pantalón, intentando mantener la calma. Pero no era fácil.
El hermano de ella. Solo podía ser él.
Pero, si lo que quería era dinero… ¿por qué no me buscó? ¿Por qué incendiar una fábrica? ¿Cuál es el objetivo de todo esto?
Cerré los ojos, levantando el rostro, dejando