Salimos de casa después de que Alice se fuera al trabajo. Lucas parecía animado, lleno de curiosidad. Yo ya sabía que aquel día sería importante, no solo porque quería enseñarle la empresa, sino también por el plan que llevaba días rondándome la cabeza.

En el coche, cuando me preguntó adónde íbamos, dejé escapar una medio sonrisa.

— Primero vamos a pasar por la empresa. Quiero enseñarte dónde trabajo y después… vamos a ver a un amigo de Alice. Él está ayudando a organizar algo muy especial.

Lucas me miró curioso.

— ¿Qué cosa?

Respiré hondo y bajé la voz, como si fuera a confesarle un secreto de Estado.

— Es una sorpresa. Quiero pedirle matrimonio a Alice.

Él abrió los ojos como platos y una sonrisa se le escapó.

— ¿De verdad?

— De verdad — asentí con firmeza, intentando contener la ansiedad—. Pero tiene que ser un secreto. ¿Lo guardas para mí?

Se acomodó en el asiento con ese aire de complicidad que solo tienen los niños.

— Puedes contar conmigo, no digo nada. Lo prometo.

Sonreí y des