Alessandro no regresó ese día a casa, ni en los dos siguientes. Solo lo veía en la empresa y me iba a casa sola. Mi mente estaba bullendo, mi corazón en completo contraste con mi cabeza.
Todavía sentía rabia por lo que me había hecho a mí y a Catherine, pero aun así, sabía que lo amaba.
Una bocanada de aire salió de mi pecho mientras observaba la vista afuera, por la ventana de mi oficina.
La puerta se abrió y antes de voltearme, sabía de quién se trataba. El aroma que tanto adoraba llegó a mis fosas nasales, delatando que Alessandro acababa de entrar.
—¿Qué quieres? —pregunté todavía de espaldas a él.
—Mi abuela llamó, nos está invitando a cenar allá. —Me volteé hacia él.
—Probablemente te vieron con Chiara. Es mejor que vayas solo, ya miento demasiado para ellos y no tengo ni un poco de ganas de cubrirlos a ustedes dos.
Lo que dije pareció irritarlo. Alessandro avanzó, deteniéndose a pocos centímetros, con solo el escritorio separándonos.
—Vas a hacer esto porque sabes que mi