Ava Davis.
La tarde nublada y fría me hacía sentir la necesidad de tomar algo caliente.
Mientras sostenía mi taza de té caliente, sentía cómo el vapor me envolvía en su calor reconfortante, apenas pude darme cuenta de la sombra que se avecinaba.
Brad se acercó, y con una determinación que ya comenzaba a parecerme demasiado exagerada, me quitó la taza de las manos.
—Debes cuidar todo lo que ingieres —dijo, mirando el líquido oscuro como si fuera veneno.
Antes de que pudiera protestar, vertió el té por la ventana, dejando que el viento esparciera el líquido.
No pude evitar pensar en lo absurdo de la situación. A veces sentía que estaba atrapada en un laberinto del que no podía salir, donde cada decisión que tomaba era examinada bajo la lupa de su desconfianza.
Fue hasta la mesa de noche, donde los bombones que Liam me había enviado estaban en su caja dorada.
Aquel regalo, acompañado de una carta que me había costado tanto leer y decidir echar en la basura.
Era doloroso. La simple