98. Confesiones bajo la luz de la luna
Malcolm y Josephine yacían desnudos bajo las sábanas de lino, con sus cuerpos aún tibios por la pasión que habían compartido minutos antes. Habían hecho el amor dos veces más, en total, Josephine pagó “tres monedas” esa noche, según desde el punto de vista de ese juego que mantenían. Para ese momento, el sudor se había secado en la piel de ambos, dejando solo el aroma persistente de su unión mezclado con el perfume natural de hierbas que siempre acompañaba a Josephine. La cabeza de ella descansaba sobre el pecho amplio y velludo de Malcolm, escuchando el latido constante de su corazón mientras los dedos de él trazaban distraídamente los contornos de las cicatrices que marcaban la espalda de su Druida.
Aún no habían hablado sobre ese tema de forma detallada, de cómo Josephine se había hecho esas cicatrices, y ahora, él deseaba saberlo mientras sus dedos se detuvieron en una cicatriz particularmente prominente que cruzaba desde su omóplato izquierdo hasta la mitad de su espalda.
—¿Cómo