99. Las cicatrices del pasado
Josephine esbozó una sonrisa triste, recordando aquellos momentos difíciles tras su llegada al Monasterio.
—Me derrumbé frente a las puertas del Monasterio Niebla —explicó—. Estaba lloviendo, algo que nunca había experimentado en Altocúmulo. Por ironía del destino, ese día tenían las puertas cerradas por su reunión anual. Finalmente me encontraron ahí, casi inconsciente.
Malcolm escuchaba con atención, con cada palabra pintando en su mente imágenes que alimentaban su resolución de protegerla, de compensar de alguna manera todo el sufrimiento que había soportado su Druida en su ausencia.
—Me asignaron una pequeña habitación —continuó Josephine—. No curaron mis heridas; la Druida Superiora ordenó específicamente que sanaran de forma natural, como un recordatorio constante de mi supuesto pecado. Me dieron trabajo en las cocinas y en el huerto de hierbas medicinales, tareas que podía hacer a pesar del dolor.
—Y entonces apenas un mes después, descubrí que estaba embarazada —continuó Josep