66. Tierra, hojas y preguntas incómodas
La puerta se abrió abruptamente con un estruendo que rompió la tensión entre Malcolm y Josephine como un cristal particularmente frágil. Como la puerta estaba entreabierta, los mellizos irrumpieron en la casa, yendo directamente hacia la cocina entre risas, con sus ropas desordenadas y sus cuerpecitos sucios de tierra, hojas secas y ramitas. Sus mejillas bastante sonrosadas y sus ojos brillantes delataban la intensa actividad que habían disfrutado en el bosque que notaba incluso cuando se convirtieron en sus formas humanas.
—¡Mamá! —exclamó Lyra, agitando sus pequeñas manos llenas de tierra—. ¡Vimos un conejo enorme! ¡Así de grande! —exclamó la niña enfatizando el tamaño con sus manos— ¡Zacary casi lo atrapa, pero es un tonto y lo dejó ir!
—¡Eso no es cierto! —protestó Zacary, empujando ligeramente a su hermana—. Yo lo habría atrapado si tú no hubieras hecho tanto ruido.
—¡Mentiroso, mentiroso eres terrible cazando no sabes, no sabes! —exclamó Lyra en canturreos que Zacary respondía co