¿Será que Malcolm captó la indirecta? ¡Enterate en el proximo capitulooo!
Malcolm frunció el ceño, en un gesto que Josephine observó claramente, pues durante todo ese tiempo ambos se miraban a los ojos. Él comenzó a sentir un dolor de cabeza, que atribuyó a su "falta de sueño", y sintió que estaba indagando demasiado en algo que no debería importarle. Sintiendo que su migraña aumentaba, Malcolm se llevó la mano a la cabeza con un pequeño gesto que dejó a Josephine curiosa.—¿Le ocurre algo, milord Alfa? —preguntó ella, observándolo con atención.—No es nada, solo un dolor de cabeza por falta de descanso.Josephine entrecerró los ojos y "algo" le dijo que ese dolor no era necesariamente por cansancio.«Con todo lo que le dije, si él saca sus cuentas… sumando el parecido de Zacary con él, quizás lo descubra todo pronto... Si algo peligroso llega a suceder, huiré con mis niños a otro distrito...», pensó Josephine, dispuesta a todo.Cuando la leve jaqueca se calmó, Malcolm observó a Josephine con una expresión inescrutable. Por un instante, algo pareció agitarse
Casi una hora y media después, Josephine terminó de preparar la cena para Malcolm. Por fortuna, encontró una botella de vino que decidió llevar junto con la comida. Mientras cocinaba, una extraña sensación la invadió al recordar aquellos días en el castillo Wolfcrest en Altocúmulo, cuando fue él quien le llevó comida la primera vez que la vio. Ahora los papeles se habían invertido: Malcolm ya no la reconocía, y era ella quien le llevaba alimentos. En ese instante ella comprendió como la vida en algunas ocasiones daba vueltas tan crueles como inesperadas…HACE MUCHOS AÑOS ATRÁS: CASTILLO WOLFCREST, HOGAR DE LOS MCTAVISHJosephine había llegado a la mansión descalza y vistiendo harapos. Ella nunca reveló su origen verdadero ni por qué el druida Alder había insistido en que precisamente los McTavish, entre todas las familias nobles de lobos, la acogieran, porque, aunque él servía a los lores Alfa, hubiese podido llevar a la niña a otros lores de la ciudad elevada.—La niña posee poderes d
—¿Desea que guarde sus pertenencias, milord Alfa? —preguntó Josephine, mientras ese torbellino de emociones agitaba su interior.Mientras ella preparaba la comida, Malcolm había ido a buscar su equipaje, pues una valija descansaba junto a la cama. Era evidente que aquella misión les tomaría tiempo, ya que venía preparado para una estancia prolongada.—No es necesario —respondió Malcolm, levantando la mirada para observarla, y al hacerlo, tragó saliva con dificultad.No sabía si era porque llevaba meses sin estar con su esposa, si se debía al cansancio o a alguna otra razón, pero lo único que podía pensar era que aquella druida le resultaba extraordinariamente hermosa. Incluso en su mente, primitiva y algo perversa de Alfa, sentía un peligroso deseo por descubrir el cuerpo que se ocultaba bajo esa túnica…—Comprendo —dijo Josephine, haciendo una reverencia, sin tener ideas de los lascivos pensamientos de Malcolm—. Lord McTavish... si me disculpa... —Josephine se disponía a marcharse, pe
Josephine tragó saliva y sintió que la sangre se le helaba en las venas luego de oír aquello. No había muchos hombres parecidos a Malcolm en Altocúmulo, así que lo único que le vino a la mente fue Gael, el hermano menor de Malcolm, a quien ella había conocido durante su tiempo en los Dominios Elevados. Pero tan solo pensarlo parecía imposible. Él era un lord Alfa tan respetado como Malcolm; resultaba improbable que lo hubieran degradado a un Omega. Sin embargo, si existía la posibilidad de que fuera realmente él quien se ocultaba en el monasterio, la situación era aún más peligrosa de lo que imaginaba.—¿Cuántos eran? —preguntó Josephine, esforzándose por mantener la calma por el bien de sus hijos.—Sentimos a dos más, eran tres en total —respondió Lyra con su vocecita, retorciéndose un mechón de cabello entre los dedos, señal de su nerviosismo—. El del pelo largo y rizado parecía ser el jefe. Los otros dos estaban escondidos, pero podíamos olerlos.—Les prometimos llevarles pan y agua
Tiempo después, Josephine se detuvo frente a la puerta del aposento Roble Plateado donde se hospedaba Malcolm. La noche se anunciaba larga y entre sus manos algo temblorosas sostenía un pequeño frasco de aceite aromático, traicionando su nerviosismo por lo que estaba a punto de hacer. Minutos antes, había recorrido el invernadero recolectando hierbas relajantes: lavanda, romero fresco, y un toque de esencia de menta que despertaría los sentidos para los masajes que le daría a su Lobo Rizado.Antes de anunciarse, cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo cómo el aire llenaba sus pulmones mientras intentaba calmar su corazón desbocado. Los secretos que ahora guardaba pesaban como piedras en su conciencia—los Omegas escondidos en el depósito, y la verdadera identidad de sus hijos que Malcolm desconocía—eran demasiado peligrosos.«Tengo que ser fuerte», pensó ella suspirando, y sin esperar más, tocó suavemente la puerta tres veces.—Adelante —respondió la voz grave desde el interio
Mientras Josephine continuaba masajeando a Malcolm, sintió que era su oportunidad para investigar un poco sobre él y su vida… deseaba saber si todo lo que se hablaba de él era cierto, por eso, sin poderlo evitar, preguntó:—Milord Alfa, usted ¿Estuvo involucrado en la guerra contra el Distrito de las Sombras? He oído rumores...Malcolm abrió los ojos, sorprendido por la pregunta.—¿Por qué te interesa? —preguntó con suspicacia.Josephine continuó con su labor, deslizando los pulgares a lo largo de su columna brillante por el aceite.—Simple curiosidad, milord —carraspeó su garganta—. En las Tierras Bajas, las noticias de Altocúmulo son escasas y a menudo distorsionadas. Si he sido indiscreta, me disculpo. No fue mi intensión, si así lo prefiere, guardaré silencio…Malcolm no dijo nada durante unos momentos, disfrutando de las manos expertas que trabajaban su espalda. Sin embargo, comprendió que esa curiosidad era normal, él sabía que tenía “una fama” que lo precedía, así que, luego de
Las manos de Josephine continuaban deslizándose por los hombros de Malcolm, acariciando sutilmente la base de su cuello, ocasionando que un escalofrío recorriera la columna del Alfa.—Tus manos son... —Malcolm se interrumpió, como si no encontrara las palabras adecuadas—. Tienes un don, druida Fletcher.—Años de práctica, milord McTavish—respondió Josephine, aunque ambos sabían que había algo más, una conexión que iba más allá de la mera habilidad técnica.Malcolm giró levemente la cabeza, intentando mirarla por encima del hombro. Sus ojos grises, aquellos que había heredado Zacary, brillaban con una intensidad que Josephine conocía bien.—¿Por qué siento que te conozco? —preguntó de repente Malcolm, con un tono que mezclaba confusión y algo cercano al enfado, como si ella fuera culpable de un crimen inexplicable—. Hay algo en ti que me resulta... familiar.Josephine sintió que se le detuvo el corazón por un momento. Este era el momento que tanto había temido. Buscó desesperadamente un
Decidida a tomar el toro por los cuernos, Josephine avanzó por los fríos pasillos de piedra hacia la habitación de la Druida Superiora. A estas horas, la Superiora ya debía estar en sus aposentos, por lo que Josephine redujo su paso, como si cada baldosa que pisaba la acercara más a un inevitable juicio.A esas horas, el monasterio se sumía en un silencio inquietante, apenas interrumpido por el lejano silbido del viento que se colaba entre las grietas de los muros antiguos y el ocasional chirrido de engranajes de algún mecanismo en las habitaciones contiguas. Mientras recorría el pasillo, con el corazón latiéndole con fuerza contra el pecho, unos brazos pequeños y delgados la abrazaron por detrás. Un escalofrío la recorrió antes de soltar un suspiro de alivio. Sin necesidad de voltearse, reconoció al instante el calor familiar de aquel abrazo juguetón.—Zacary —dijo Josephine mientras observaba cómo su hijo soltaba su cintura y se colocaba frente a ella con una sonrisa que iluminaba su