106. Instintos de protección
GRAN BOSQUE: CASA DE MALCOLM Y SU PEQUEÑA MANADA.
Para esas horas de la mañana en la casita del bosque, ajenos a todo lo que se tejía en su contra, estaba envuelta en una calma que casi parecía irreal para todos los involucrados. Tras terminar el desayuno, los mellizos ayudaron a recoger los platos mientras Malcolm los observaba con una sonrisa, saboreando ese momento de normalidad que tanto había anhelado su corazón. Para él, cada instante compartido con su familia recuperada era como un tesoro del que no deseaba apartarse, pero sus obligaciones de lord lo llamaban, aunque él no lo deseara.
—Es hora de que me vaya —anunció Malcolm, levantándose de la mesa mientras acomodaba su chaleco de cuero con lentitud, como si estuviera tomándose todo el tiempo del mundo para extender más su estadía con sus cachorros y su Druida Dorada.
Al oír las palabras de su papá, los mellizos intercambiaron miradas de decepción que les costaba disimular. A pesar de comprender la situación, cada despedida re