Capítulo 22. Neblina
—¿Quieres ir de visita, hija? —preguntó papá bajando las escaleras mientras se acomodaba el cuello de la camisa.
—Sí, papá. Mañana empiezo con las clases y no sé si tendré tiempo… Ah, y por cierto, Nana, papá: pasé al segundo nivel en la evaluación de hoy.
Mi abuela dejó lo que hacía en la cocina y vino a abrazarme con fuerza.
—Sabía que mi nieta estaba destinada a grandes cosas.
Papá también me abrazó, orgulloso.
—Me alegra tanto, hija. Sos capaz de todo lo que te propongas.
No sabía cómo agradecerle a la Diosa la familia que me había dado.
—Vamos, papá. Quiero contarle a mamá.
El camino al hospital fue en silencio. Subimos a la camioneta y, entre los faroles y la brisa fría, mi mente no paraba de repasar lo vivido: el entrenamiento, la pelea con Vladimir, los ojos en el bosque. Todo seguía dando vueltas en mi cabeza.
Al llegar nos saludaron los guardias y fuimos directo a la habitación. Mamá estaba igual que la última vez: pálida, conectada a tubos, frágil como un cristal a punto de