—Se lo merece —gruño, cruzándome de brazos también—. Él codició al mío primero.
La memoria de aquellos días en el hospital vuelve como una ráfaga: Alonso, rondándome como una mosca molesta, alabando lo guapo que era Artem y haciendo comentarios sobre "el bulto" en su pantalón. Incluso tuvo el desca